miércoles, julio 25, 2007

Madrugada de cobardes

LaNetro
Un ladrón de guante blanco, armado con su labia (Juan Carlos Naya), y un guardia de seguridad de un banco, más astuto de lo que parece (Ángel Solo), se enfrentan con secretos y mentiras.

Hora y media es lo que tienen ambos personajes para mostrarnos todo lo que esconden. O casi todo. La obra transcurre en tiempo real en el interior de una cámara acorazada, el único lugar "seguro" del planeta, el único sitio en el que se puede decir y hacer lo que se quiera sin temor a ser controlados por cámaras, detrás de las que se encuentran intereses económicos y de poder. Y es en ese espacio, arrancado a la vista, donde se depositan las bases de la sociedad: los secretos más horribles, los escándalos más absolutos se ocultan en los sotanos de los bancos. Todo lo que hay que esconder se esconde allí a cambio de dinero. Pero, ¿y si alguien, digamos un ladrón, los destapa y los deja a la vista? "Se puede perdonar lo que no se ve, lo entiendo. Pero ahora tú, ya lo has visto".

Esto le plantea el ladrón al guardia de seguridad. Una vez que conoces esos secretos, ¿te conviertes en cómplice si no los denuncias? Pero, si lo haces, ¿cómo explicar que hayan salido a la luz, que hayan sido secretos profanados? ¿Es justo que los crímenes más atroces sean ocultados? ¿Es ética una sociedad que no se plantea que los que tienen el mayor poder lo usen para ocultar los secretos más horrendos (pederastia, corrupción, tráfico de drogas, chantajes…)? ¿Es justo que el que puede pagar una caja de seguridad adquiera el derecho de saltarse todas las normas?

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